Fragmento
de “Crónica de una muerte anunciada”. Gabriel García Márquez
Victoria Guzmán necesito casi 20 años para
entender que un hombre acostumbrado a matar animales inermes expresara de
pronto semejante horror. «Dios Santo –exclamo asustada-, de modo que todo
aquello fue una revelacion!» Sin embargo, tenia tantas rabias atrasadas la
mañana del crimen, que siguio cebando a los perros con las visceras de los
otros conejos, solo por amargarle el desayuno a Santiago Nasar. En esas estaban
cuando el pueblo entero desperto con el bramido estremecedor del buque de vapor
en que llegaba el obispo.
La casa era un antiguo deposito de dos pisos, con
paredes de tablones bastos y un techo de cinc de dos aguas, sobre el cual
velaban los gallinazos por los desperdicios del puerto. Habia sido construido
en los tiempos en que el rio era tan servicial que muchas barcazas de mar, e
inclusive algunos barcos de altura, se aventuraban hasta aqui a traves de las
cienagas del estuario. Cuando vino Ibrahim Nasar con los ultimos arabes, al
termino de las guerras civiles, ya no llegaban los barcos de mar debido a las
mudanzas del rio, y el deposito estaba en desuso. Ibrahim Nasar lo compro a
cualquier precio para poner una tienda de importacion que nunca puso, y solo
cuando se iba a casar lo convirtio en una casa para vivir. En la planta baja
abrio un salon que servia para todo, y construyo en el fondo una caballeriza
para cuatro animales, los cuartos de servicio, y tina cocina de hacienda con
ventanas hacia el puerto por donde entraba a toda hora la pestilencia de las
aguas. Lo unico que dejo intacto en el salon fue la escalera en espiral rescatada de algun
naufragio. En la planta alta, donde antes estuvieron las oficinas de aduana,
hizo dos dormitorios amplios y cinco camarotes para los muchos hijos que
pensaba tener, y construyo un balcon de madera sobre los almendros de la plaza,
donde Plácida Linero se sentaba en las tardes de marzo a consolarse de su
soledad. En la fachada conservo la puerta principal y le hizo dos ventanas de cuerpo
entero con bolillos torneados. Conservo tambien la puerta posterior, solo que
un poco mas alzada para pasar a caballo, y mantuvo en servicio una parte del
antiguo muelle. Ésa fue siempre la puerta de mas uso, no solo porque era el
acceso natural a las pesebreras y la cocina, sino porque daba a la calle del
puerto nuevo sin pasar por la plaza. La puerta del frente, salvo en ocasiones
festivas, permanecia cerrada y con tranca. Sin embargo, fue por alli, y no por
la puerta posterior, por donde esperaban a Santiago Nasar los hombres que lo
iban a matar, y fue por alli por donde el salio a recibir al obispo, a pesar de
que debia darle una vuelta completa a la casa para llegar al puerto.
Nadie podia entender tantas coincidencias
funestas. El juez instructor que vino de Riohacha debio sentirlas sin atreverse
a admitirlas, pues su interes de darles una
explicacion
racional era evidente en el sumario. La puerta de la plaza estaba citada
varias
veces con un nombre de folletin: La puerta fatal
FRAGMENTO DE“LA INVENCION
DE MOREL”- ADOLFO BIOY CASARES.
Hoy,
en esta isla, ha ocurrido un milagro. El verano se adelanto. Puse la cama cerca
de la pileta de natacion y estuve bañandome, hasta muy tarde. Era imposible
dormir. Dos o tres minutos afuera bastaban para convertir en sudor el agua que
debia protegerme de la espantosa calma. A la madrugada me desperto un fonografo.
No pude volver al museo, a buscar las cosas. Hui por las barrancas. Estoy en
los bajos del sur, entre plantas acuaticas, indignado por los mosquitos, con el
mar o sucios arroyos hasta la cintura, viendo que anticipe absurdamente mi
huida. Creo que esa gente no vino a buscarme; tal vez no me hayan visto. Pero
sigo mi destino; estoy desprovisto de todo, confinado al lugar mas escaso,
menos habitable de la isla; a pantanos que el mar suprime una vez por semana.
Escribo
esto para dejar testimonio del adverso milagro. Si en pocos dias no muero ahogado, o luchando por mi libertad, espero
escribir la Defensa ante sobrevivientes y un Elogio de Malthus. Atacare, en
esas paginas, a los agotadores de las selvas y de los desiertos; demostrare que
el mundo, con el perfeccionamiento de las policias, de los documentos, del
periodismo, de la radiotelefonia, de las aduanas, hace irreparable cualquier
error de la justicia, es un infierno unanime para los perseguidos. Hasta ahora no
he podido escribir sino esta hoja que ayer no preveia. ¡Como hay de ocupaciones
en la isla solitaria! ¡Que insuperable es la dureza de la madera! ¡Cuanto mas
grande es el espacio que el pajaro movedizo!
Un
italiano, que vendia alfombras en Calcuta, me dio la idea de venirme; dijo (en su
lengua): -Para un perseguido, para usted, solo hay un lugar en el mundo, pero
en ese lugar no se vive. Es una isla. Gente blanca estuvo construyendo, en 1924
mas o menos, un museo, una capilla, una pileta de natacion. Las obras estan
concluidas y abandonadas.
Lo
interrumpi; queria su ayuda para el viaje. El mercader siguio: -Ni los piratas
chinos, ni el barco pintado de blanco del Instituto Rockefeller la tocan. Es el
foco de una enfermedad, aun misteriosa, que mata de afuera para adentro. Caen
las uñas, el pelo, se mueren la piel y las corneas de los ojos, y el cuerpo
vive ocho, quince dias. Los tripulantes de un vapor que habia fondeado en la
isla estaban despellejados, calvos, sin uñas -todos muertos-, cuando los
encontro el crucero japonés Namura. El vapor fue hundido a cañonazos.Pero tan
horrible era mi vida que resolvi partir... El italiano quiso disuadirme; logre
que me ayudara.
Anoche,
por centesima vez, me dormi en esta isla vacia... Viendo los edificios pensaba
lo que habria costado traer esas piedras, lo facil que hubiera sido levantar un
horno de ladrillos. Me dormi tarde y la musica y los gritos me despertaron a la
madrugada. La vida de fugitivo me aligero el sueño: estoy seguro de que no ha
llegado ningun barco, ningun aeroplano, ningun dirigible. Sin embargo, de un
momento a otro, en esta pesada noche de verano, los pajonales de la colina se
han cubierto de gente que baila, que pasea …
FRAGMENTO
DE“LA INVENCION DE MOREL”- ADOLFO BIOY CASARES.
El piso del salon redondo es un acuario. En
invisibles cajas de vidrio, en el agua, hay lamparas electricas (la unica
iluminacion de ese cuarto sin ventanas). Recuerdo el lugar con asco. A mi
llegada habia centenares de peces muertos; sacarlos, fue una operacion horripilante.
He dejado correr agua, dias y dias, pero siempre tomo alli olor a pescado
podrido (…) Con el piso iluminado y las columnas de laca negra que lo rodean,
en ese cuarto uno se imagina caminando magicamente sobre un estanque, en medio
de un bosque. Por dos aberturas da al hall y a una sala chica, verde, con un
piano, un fonografo y un biombo de espejos, que tiene veinte hojas o mas.
Las habitaciones son modernas, suntuosas,
desagradables. Hay quince departamentos. En el mio hice una obra devastadora,
que dio poco resultado. No tuve mas cuadros -de Picasso-, ni cristales
ahumados, ni forros con valiosas firmas, pero vivi en una ruina incomoda.
En dos ocasiones analogas hice mis
descubrimientos en los sotanos. En la primera -habian empezado a mermar las
provisiones de la despensa- buscaba alimentos y descubri la usina. Cuando
recorria el sotano adverti que ninguna pared tenia el tragaluz que yo habia
visto desde afuera, con vidrios espesos y rejas, medio escondido entre las
ramas de un conifero. Como en una discusion con alguien que me sostuviera que
ese tragaluz era irreal, visto en un sueño, sali a comprobar si todavia estaba.
Lo vi de nuevo. Baje al sotano y tuve gran dificultad para orientarme y
encontrar, por adentro, el sitio que correspondia al tragaluz. Estaba del otro
lado de la pared.
Busque hendiduras, puertas secretas. La pared
era muy lisa y muy solida. Pense que en una isla, en un lugar tapiado tenia que
haber un tesoro; pero decidi romper la pared y entrar, porque me parecio mas
verosimil que hubiera, si no ametralladoras y municiones, un deposito de viveres.
Con el hierro que servia para atrancar una
puerta, y una creciente languidez, abri un agujero: se vio claridad celeste.
Trabaje mucho y esa misma tarde estuve adentro. Mi primera sensacion no fue el
disgusto de no encontrar viveres, ni el alivio de reconocer una bomba de sacar
agua y una usina de luz, sino la admiracion placentera y larga: las pare-des,
el techo, el piso, eran de porcelana celeste y hasta el mismo aire (en ese
cuarto sin mas comunicacion con el dia que un tragaluz alto y escondido entre
las ramas de un arbol) tenia la diafanidad celeste y profunda que hay en la
espuma de las cataratas.
Entiendo muy poco de motores, pero no tarde
en ponerlos en funcionamiento. Cuando se me acaba el agua llovida, hago
trabajar la bomba. Todo esto me ha sorprendido: por mi y por la simplicidad y
buen estado de las maquinas. No ignoro que para contrarrestar una falla, solamente
cuento con mi resignacion. Soy tan inepto que todavia no he podido averiguar el
destino de unos motores verdes que hay en el mismo cuarto, ni de ese rodillo con
aletas que esta en los bajos del sur (vinculado con el sótano por un tubo de
hierro; si no estuviera tan alejado de la costa le atribuiria alguna relacion
con las mareas; podria imaginar que sirve para cargar los acumuladores que ha
de tener la usina). Por esa ineptitud hago mucha economia; no pongo en marcha
los motores sino cuando es indispensable.
FRAGMENTO DE “ CRUZAR LA NOCHE”, ALICIA
BARBERIS.
Si llegaras a pasar
por ahi y tienes mas flores, te vamos a comprar. Seguro que tu estas bien, ¿no?
Pablo afirmo con su cabeza
porque la voz, si le salia, delataria lo ridiculo que se sentia en ese momento.
Miro con odio a Mariana y despues se puso a enderezar la patente. Le dio marcha
a la moto y se alejo por el cesped de la orilla, camino a su casa, deseando con
todas sus fuerzas doblar en la proxima esquina para que lo perdieran de vista.
Mónica observaba todo
tratando de recuperar las imagenes, algo distorsionadas por la nostalgia, pero
que aun sobrevivian despues de tantos años de exilio voluntario.
El lugar no habia
cambiado demasiado. Las casas de fin de semana, de lineas puras y simples,
emergian en medio de jardines enormes y bien cuidados, separadas unas de otras
por vallas de troncos secos, que apenas podian distinguirse debajo de las
frondosas enredaderas. La villa se extendia apacible, contenida por las aguas
de la laguna en uno de sus limites, y separada del rio por la unica ruta
pavimentada que la conectaba con el mundo: hacia el sur con la ciudad, y hacia
el norte con el pueblo —casi una aldea—, que parecia detenido en el tiempo
desde hacia mas de cuatro siglos. Si bien el lugar estaba notablemente mas
poblado, seguia emanando la misma pureza, la misma magia, que Mónica percibiera
la ultima vez que estuvo alli, casi veinte años atras.
Mariana bajo del
automovil y se reencontro —con algunas diferencias entre las proporciones
reales y las que guardaba su memoria— con la imagen de la casa de su abuela,
que preservaba entre los recuerdos mas lejanos de su infancia, tal vez un poco
envejecida, pero conservando el mismo olor a leña de pino, a eucaliptos y a
madreselvas.
Un parque alfombrado
de cesped verde y salpicado por matas de flores, delataba el cuidado de Juan,
el jardinero. Platanos enormes anunciaban su sombra fresca sobre la galeria de
arcadas blancas con baldosas coloradas y ruidosas, que le trajeron a la mente
las rayuelas de tiza que saltaba en las vacaciones de sus primeros años, cuando
se quedaban algunas semanas, en los veranos calientes y perfumados.
Pergolas cubiertas de
jazmines endulzaban el aire y debajo de la galeria asomaban cacharros toscos de
barro, de los que salian los brazos verdes de los helechos.
El viento sacudia las
ramas de los arboles y a Mariana le parecio por un momento, que le traia la voz
de su abuela llamandola para la hora de la leche.
En el centro del
parque se erguia —elegante— la palma que le valiera el nombre a la casa.
Mónica vio la mirada de
Mariana y acariciandole el cabello le dijo con dulzura:
—Cuando yo tenía más o
menos tu edad, tu abuelo compro la quinta. Alcance a venir muy pocas veces,
pero siempre me atrajo la palma, que ya estaba grande. Cuando la vi por primera
vez, me vino a la memoria un poema de Guillen: Palma sola. Yo me sentia tan
sola como ella, asi que algunos atardeceres venia a recitarle y a recitarme
esos versos...